Dánzame majestuoso
como la luna tan llena,
desnudo y todo
erguido,
desprovisto de la espera.
Tómame en tus brazos
que no existen las cadenas
que separan nuestros
cuerpos
si en esta luna plateada
se nos duermen las
estrellas.
Ven sobre el regazo
de tierna y húmeda hierba,
cabalga por mis montañas,
galopando en mis praderas.
Y piérdeme con los ojos
en tus pupilas tan negras
y encuéntrame con tu boca,
cual fruta madura y fresca.
Sáciame con el ritmo
ondular de tus caderas,
en el baile de los tiempos
danzando hasta amanecer,
en mística y dulce entrega.
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